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Erótica Laboral. 2022

Desde las series de Netflix hasta los almohadones de decoración, el mandato de seguir los sueños personales y nunca abandonarlos se disemina con una fuerza inusitada y termina grabada en tatuajes de frases hechas que se pretenden sabias. Sin embargo, el énfasis en la productividad y en la orientación de toda actividad vital hacia la maximización de la ganancia económica como fin último desembocan, por el contrario, en una sociedad desconectada del deseo en la que sólo los sueños emprendedores tienen espacio de desarrollo. Tal esquema de relaciones encuentra su correlato en el mundo del arte en la burocratización del artista joven que se ve obligadx a rellenar constantemente postulaciones a premios, residencias y demás y en la atadura del artista consagradx a una producción de taller constante que sea capaz de alimentar a la insaciable bestia de la maquinaria expositiva global. A medida que crece la demanda sobre lxs artistas, se asienta el modelo corporativo del estudio con asistentes, productorxs y managers.
Alexis Minkiewicz es un artista en ascenso dentro de la escena argentina, con una proyección internacional cada vez más evidente gracias a sus participaciones en la Bienal de Santa Cruz de la Sierra (2016), la Bienal Nómade en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile (2018), la Bienal de Curitiba (2019) y Bienalsur (2021). A la medida de su desarrollo profesional, Alexis se encuentra cada vez más confinado al trabajo de taller y a la gestión de su obra. Es allí donde aparece una reflexión profunda acerca de esa dinámica vital que se traduce en una investigación sobre el propio quehacer. El impulso comienza con el deseo de montar una exposición que lleve el taller del escultor a la sala del museo para abrir ese proceso a la sociedad. Aunque éste proyecto no se concreta, la voluntad sigue ardiendo y da forma a una serie de dibujos sobre situaciones adyacentes a la práctica expositiva. Una primera imagen nace de una fotografía de desmontaje que Alexis realiza mientras espera el camión que llevará sus esculturas de Bienalsur a un depósito. En ella, se observan las piernas entrelazadas de los dos marineros que forman parte del monumento a Colón. Desprovistos de la magnificencia monumental que exhibieron durante la muestra, la perspectiva del dibujo resalta el roce de los cuerpos arrumbados y les otorga una humanidad deseante. Estas situaciones de intimidad, que reflejan la dinámica de trabajo en sus instancias más anodinas, se vuelven más verdaderas que la obra en tanto documentan sin pretensiones la vida del artista gestor. La exploración en el ámbito del trabajo dispara en Alexis el recuerdo de una imagen primaria, de esas escenas constitutivas de la infancia en las que se cristaliza un momento de descubrimiento de sí. Alexis pasó su juventud entre Lanús y Avellaneda -en la periferia urbana e industrial de Buenos Aires- a escasas cuadras de una famosa fábrica de cristales cuyo frente lucía un relieve de Jockl que glorificaba la vida obrera. Su mirada de niño marica queda impactada con este mural en el que unas figuras masculinas idealizadas conviven en un entorno cerrado, con sus músculos reunidos al servicio de una tarea común.
La proyección de su deseo homoerótico sobre este relieve da lugar a un proyecto de reversión de esta escena fabril que se convierte en un territorio de juego erótico en el marco de un taller de escultura. Este es el original del mural, pieza central de la exhibición en Enlace Art in Progress. Sus fetiches se dan cita en esta imagen. Los árboles, motivo recurrente en su obra, son ahora objeto de un ensamblaje escultórico que realizan una serie de figuras masculinas desnudas o en paños menores. Las ramas de la obra en construcción son símbolos fálicos que interactúan con los artistas obreros. Una de ellas penetra un relieve de un ano que es sostenido por uno de los asistentes; otra se introduce en la boca de un obrero, que parece operar sobre ella como si fuera vidrio soplado. En el primer plano, un asistente sentado y desnudo, con cola de perro, mide con un compás de escultura la miniatura de un árbol que tapa la ingle del soplador. A su lado, un obrero parece amasar a dos manos una rama que luego será ensamblada, quizás, por la figura desnuda de la derecha que sostiene al árbol. Finalmente, bajo la sombra de las ramas, un último obrero, munido de anteojos de realidad virtual, modela un objeto con forma de consolador anal. El conjunto presenta un desborde orgiástico, disfrazado bajo la composición estable de una escena laboral, en el que se cruzan lo humano y lo no humano, el taller decimonónico de escultura con modelos, técnicas y motivos actuales en la representación. Contra el dicho que pregona que el placer y trabajo no se mezclan, Alexis esboza un taller en el que se producen subjetividades deseantes antes que objetos. La vitalidad del juego erótico abre la puerta a un sinfín de proyecciones sobre las relaciones entre los sujetos retratados que prima por sobre la sobriedad de la glorificación obrera que caracteriza a la estética de propaganda peronista en Argentina o a la estética soviética. El macho es deconstruido en un espejo distorsionado de su propia virilidad a través de una práctica artística comunitaria.
Como antesala del mural, se exponen los dibujos en carbonilla de diversas instancias del proceso de taller de Alexis y de su vida cotidiana. Los árboles de barrio que pueblan la ciudad de Buenos Aires son retratados en la sensualidad caótica de sus formas que presionan contra los límites y las grillas urbanas a través de sus raíces y ramas desbordantes. Estas vistas del entorno cotidiano del artista se alternan con representaciones del taller en las que observa el espacio de limbo en el que habita la producción de Alexis como un artista contemporáneo que trabaja con motivos y técnicas clásicas. Una escultura de unos querubines (putti) en un juego sexual descansa junto a la ventana del taller con las mancuernas y la barra de ejercicios de Alexis como fondo. En otra escena -que juega con el género pictórico del bodegón y recuerda al icónico quiebre que realiza Víctor Cúnsolo en su pintura Tradición (1931)- una mesa de taller exhibe libros de escultura moderna, un consolador anal, fragmentos de un tallado en mármol y un modelo en hierro para realizar bustos que adquiere, en ese contexto, la apariencia de juguete sexual. En otros, se observan las herramientas de trabajo y los fragmentos de las esculturas en proceso como objetos extraños, indicios de una vida productiva e imaginativa que no podemos asir por completo en la imagen.
El placer voyeurista que despiertan las imágenes del estudio del artista es evidente en representaciones icónicas dentro de la historia del arte, como las que hicieron Johannes Vermeer, Gustave Courbet o Lorenzo Vallés. La tensión erótica recorre la imagen y se sostiene pendulando entre el lienzo dentro del lienzo y lx modelo, la mano del artista y las expresiones de quienes posan. En El escultor (1964) de John Koch esa tensión entre artista, cuerpo de obra y cuerpo humano se consagra con maestría en una composición que amplifica el momento en que el primero se inclina sobre la mano del modelo desnudo quien le ayuda a prender un cigarrillo mientras, somo una sombra amenazante, se yergue sobre ellos una bronce de estilo neoclásico de enorme dinamismo en el que se adivina una pelea entre dos figuras masculinas desnudas. Esta fuerza arrasadora de las pasiones en el taller destaca en el trabajo de Alexis -aún en la aparente quietud de las figuras de su mural- y se extiende hasta los rincones del estudio en los momentos más anodinos de su vida productiva. Con este retrato del quehacer artístico, Alexis revela la convivencia de tiempos en el pastiche contemporáneo donde se entrecruzan la visión romántica del arte con la profesionalización actual del sistema. Enfatiza, a su vez, el sueño de una erótica laboral que escape a la maquinaria del espectáculo permanente. Elabora un espacio en donde el arte imagina y produce modos de vida: existencias productivas que están destinadas al goce por el goce antes que a la reproducción del capital, que se entregan a la expansión y al descubrimiento de sí mediante la transformación inmediata de la realidad.

Leandro Martínez Depietri